
por Jose "Rulo" Quiroga
En aquel lejano 1810, la Primera Junta de Gobierno se gestaba con el propósito de construir un país independiente, de poner fin a las ansias realistas de reconquistar estas tierras. La lucha era clara: la emancipación de la Corona española, la soberanía sobre nuestro propio territorio y sus recursos. Se combatía al virrey, a sus enviados y a aquellos que veían en estas provincias meros puntos de explotación para beneficio de la metrópoli.
Hoy, en este 25 de mayo de 2025, la lectura de los acontecimientos nos interpela con una crudeza que duele. El actual gobierno, a través de la controvertida Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos (conocida como Ley "Ómnibus" o "Bases", y que coloquialmente se ha comenzado a referir como "Regi" por su carácter de "reorganización" y "regulación" total), parece estar desandando el camino forjado por nuestros próceres. La entrega de vastos recursos naturales a grandes inversores internacionales, bajo el manto de la "seguridad jurídica" y la "atracción de capitales", resuena con una discordancia inquietante.
¿Dónde queda la soberanía sobre el litio, el agua dulce, las tierras cultivables, si su explotación y usufructo quedan en manos de corporaciones extranjeras? ¿Acaso no es esta una forma sutil, pero efectiva, de hipotecar nuestro futuro, de ceder el control sobre aquello que define nuestra riqueza y potencial?
Pero la preocupación alcanza ribetes alarmantes al observar lo que acontece en el extremo sur del país. Tierra del Fuego, la provincia más austral, estratégica por su posición geopolítica y sus recursos, enfrenta un embate que podría significar su despojo poblacional. La posible derogación de la Ley 19.640, que garantiza un régimen de promoción industrial y de exenciones fiscales que ha permitido la radicación de empresas y la creación de miles de puestos de trabajo para argentinos provenientes de todas las provincias, es una espada de Damocles sobre el futuro de la isla.
La justificación para esta medida, según trascendidos y análisis de expertos, no solo responde a intereses económicos, sino a un presunto pedido explícito de Estados Unidos para establecer bases militares en la región, con el objetivo de asegurar el dominio sobre todo el Atlántico Sur y el paso interoceánico. ¿Pretenden, acaso, convertir Tierra del Fuego en un enclave estratégico para potencias extranjeras, sacrificando la población y el desarrollo local en el altar de intereses geopolíticos ajenos?
Hace doscientos quince años, se luchaba por un país independiente, por la autonomía de sus decisiones y la protección de su territorio. Hoy, la pregunta es ineludible: ¿estamos presenciando una nueva forma de colonización, donde la soberanía no se pierde a través de la conquista militar directa, sino por la entrega de activos y la desarticulación de nuestras capacidades productivas en pos de agendas externas?
En 1810, los dirigentes tenían propósitos claros de un país independiente, ¿cuáles son los propósitos de los dirigentes de este 2025? ¿Acaso la independencia económica, la justicia social y la soberanía territorial no son pilares fundamentales de una nación que se precie de tal? ¿O se ha trocado la bandera de la libertad por la de la dependencia, vestida con ropajes de eficiencia y globalización?
Mientras las banderas flamean y los discursos oficiales rememoran la gesta de Mayo, la sociedad argentina se debate entre el recuerdo de un pasado glorioso y la inquietud por un presente que parece desdibujar los ideales por los que tantos lucharon. El espíritu de 1810, ese fuego revolucionario que encendió la llama de la libertad, nos exige hoy más que nunca una profunda reflexión: ¿somos realmente dueños de nuestro destino, o estamos, una vez más, bajo el yugo de nuevas formas de virreinato, sin virreyes visibles, pero con efectos igualmente devastadores? El 25 de mayo nos invita a mirar hacia atrás, pero sobre todo, a interrogarnos con urgencia sobre el camino que estamos labrando hacia adelante.