
por AGENDA MALVINAS
Desde las costas de Malvinas hasta los rincones de nuestro continente, los argentinos conocemos de primera mano el peso de una historia marcada por la codicia y el despojo. No es un relato lejano o de libros empolvados; es una herida abierta que lleva 193 años sangrando, el tiempo que el Reino Unido de Gran Bretaña usurpa nuestras Islas Malvinas y el Atlántico Sur, saqueando sus riquezas pesqueras, petroleras y minerales.
Días atrás, el escritor y periodista Mark Curtis, codirector de Declassified UK, denuncia y desenmascara el cinismo de una nación que, a lo largo de 800 años, ha pisoteado derechos humanos, saqueado recursos y devastando ecosistemas en nombre de su "imperio".
Curtis lo dice claro: el imperio no murió, solo mutó. Y su persistencia es una bofetada a la moral global, especialmente para quienes, como Argentina, seguimos pagando un precio altísimo.
Un imperio que se niega a morir
Contrario a la creencia popular de que el Imperio Británico es cosa del pasado, Curtis nos abofetea con la realidad. Si bien 62 territorios obtuvieron su independencia, la Corona británica sigue siendo Jefa de Estado de 14 naciones de la Commonwealth. Más alarmante aún, el Reino Unido controla directamente otros 14 "territorios de ultramar", entre ellos las Islas Malvinas; considerados por la ONU como colonias encubiertas, y es la "potencia administradora" de 10 de los 17 territorios no autónomos listados por Naciones Unidas.
¿Cómo se sostiene este andamiaje? A través de una vasta red de 145 bases militares desplegadas en 42 países, muchas de ellas en antiguas colonias. Lugares como Belice o Kenia sirven de campos de entrenamiento gratuitos, o donde la población local sufre abusos, mientras en dictaduras del Golfo como Arabia Saudita o Baréin, Londres mantiene élites represivas en el poder para proteger sus intereses militares y comerciales.
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